Iquitos acaba de celebrar ciento cincuenta años de su fundación oficial, es decir, de su declaración oficial como puerto fluvial, establecido luego de la llegada de unos vapores expedicionarios enviados por el presidente Ramón Castilla, arribados a la pequeña aldea un 5 de enero de 1864.

Uno de los hitos fundamentales de esta ciudad ha sido el ciclo económico basado en la extracción, exportación y comercialización del caucho, de los cuales se crearon diversos campamentos, sobre todo en las cuenca de los ríos Putumayo y Caquetá (ubicados en lo que sería actualmente la zona fronteriza con Colombia).

Debido al ciclo cauchero, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se generó un desarrollo social y urbano incomparable. Los habitantes más privilegiados, colonos o no, se entregaban a la opulencia y derroche. Iquitos, altanera y desafiante, importaba vinos, alimentos, vestidos. El desarrollo alcanzó su clímax, con la construcción de amplios inmuebles como palacetes, adornados con ornamentos portugueses, el establecimiento del tranvía y la adquisición de hábitos de consumo europeos.

Sin embargo, a la par del aparente boom económico, se generó el más nefasto y memorable sistema de atrocidades y crímenes contra la humanidad, infligidos a una población indígena compuesta básicamente por habitantes de las etnias huitoto, ocaina, en campamentos caucheros como La Chorrera, de propiedad del famoso Julio César Arana, gerente de la Peruvian Amazon Company, una casa de extracción con oficinas en Londres.

Se estima que durante este periodo murieron treinta mil indígenas como parte de este sistema brutal, salvaje, explotador. Los ecos de la masacre llegaron a los oídos de la Corona Británica, quienes inmediatamente solicitaron investigaciones del más alto nivel. Una de ellas fue la que realizó el famoso Roger Casement, entre 1910 y 1911. Otra es la que se realizó entre agosto y octubre de 1912, como parte de una comisión de diplomáticos encabezados por el peruano Carlos Rey de Castro, cónsul de Perú en Manaos, junto a George Michell y Stuart Fuller, cónsules inglés y norteamericano, respectivamente, acompañados por Arana.

Esta semana - luego de haber pasado por Lima, Yurimaguas, Madrid y Valladolid (España), así como La Habana (Cuba) - en los ambientes de la antigua Gobernación de Iquitos se inauguró la exposición “Imágenes de la Época del Caucho”, proyecto itinerante impulsado por el periodista Jaime Vásquez y Tierra Nueva Editores, un dinámico colectivo editorial y cultural amazónico. Son una treintena de fotografías realizadas por el portugués Silvino Santos, las cuales forman parte del acervo documentario de la expedición dirigida por Rey de Castro.

Lo interesante es que siendo las fotografías un muy bien elaborado montaje de aquella para aparentar una falsa convivencia pacífica entre caucheros e indígenas (entre otras cosas, Arana costeó la profesionalización del fotógrafo Santos en los talleres de los hermanos Lumière), representan cabalmente a un época donde el boato y la riqueza material escondían dolor y muerte. Se muestran al verdugo como un hombre sensible y atento a las demandas de sus trabajadores, en situaciones cotidianas que, no obstante, tienen todo el aroma de farsa, detrás de la cual se esconde un trasfondo social que devino en conflicto y luego se vistió con impunidad.

El álbum consular completo es una joya histórica. Se estima que solo existen tres originales en el mundo. Tierra Nueva lanzará este 7 de febrero al mercado editorial un libro llamado “Álbum de Fotografías”, que reúne las fotografías del mismo. Razón suficiente para reconocerse, indignarse y tomar conciencia sobre un periodo intenso y febril, pero sombrío y doloroso - por muchos aún desconocido - de la Amazonía peruana.

Bonus 1: Algunas imágenes de la inauguración de la exposición en Iquitos

Bonus 2: Algunas imágenes del libro Álbum de Fotografías, que se lanza este 7 de febrero.